Aceite de Algodón

ACEITE DE ALGOD N. Al iniciar el estudio de los aceites vegetales no priorizamos el del aceite de semillas de algod n atendiendo a que no es muy conocido en Europa y en algunas regiones del mundo, su perfil lip dico se diferencia poco del de otras plantas oleaginosas de semillas, y por otra parte, mostraba en su perfil lip dico un mayor grado de saturaci n que los anteriores, dado por una relativamente alta proporci n de cido palm tico, y como ste se considera un factor de riesgo de las enfermedades cardiovasculares, consideramos que stos eran motivos m s que suficientes para posponer su estudio, nada m s alejado de la realidad, por cuanto este es uno de los principales aceites de referencia, y sobre todo, base de la confecci n de mezclas de aceites para dotar a los dem s de muchas de las propiedades que demanda el sector industrial y la vida dom stica. Al expresar que el aceite de semillas de algod n es un aceite de referencia partimos de que la mayor parte de los logros cient ficos y tecnol gicos alcanzados en la industria de los aceites vegetales se iniciaron con l, y que por otra parte fue el de mayor volumen de producci n durante toda una centuria, entre mediados de los siglos XIX y XX. Mucho, o todo lo que ha representado el aceite de semillas de algod n en el sector de la industria de las oleaginosas lo debe a la fibra donde est n insertadas sus semillas, que es la que le da valor a este importante agrocultivo, cuya cultura se desarroll paralelamente desde las mismas bases de la civilizaci n humana, en India, Mesoam rica y en otras regiones del planeta, aunque por razones clim ticas y socio hist ricas, los europeos no pudieron disfrutar de ellas hasta bien avanzada la edad media, y sus primeras nociones sobre esta planta se refer an a creencias sobre que era un rbol progenitor de peque as ovejas que produc an copos de una suave lana. Se puede afirmar, que justo con el encuentro de las civilizaciones la fibra blanca del algodonero comenz a ocupar un lugar primordial y fue posiblemente la industria b sica de la revoluci n industrial, bajo la fuerza motriz del vapor. Por otra parte, las colonias norteamericanas bajo dominio ingl s, desarrollaron intensivamente el cultivo y producci n del algod n, aunque justo sea decirlo, merced a la ignomiosa esclavitud de los afroamericanos, que no obstante soportar an estoicamente esta vil forma de vejaci n humana, y en medio de esta desgracia fueron capaces, a partir de sus protestas y lamentos, de desarrollar g neros musicales extraordinariamente arm nicos y melodiosos que dieron origen al soul, entre otros. Por consiguiente, podemos afirmar que el algod n es una fibra blanca y suave ba ada con el sudor de los cuerpos negros que la recog an y cultivaban bajo condiciones crueles e inhumanas. Actualmente, aunque muy alejado de este grado de sobreexplotaci n, las condiciones de vida y de trabajo de los peque os productores y asalariados del cultivo de esta planta, distan mucho que desear y de ser el ideal humano que precisan los derechos inalienables del hombre, sobre todo en regiones atrasadas de algunos pa ses de Asia y Am rica. Ante tanto volumen de producci n de algod n, algo hab a que hacer con las duras semillas retenidas fuertemente por las fibras, y de ah surgi la industria del aceite de semillas de algod n, que con abundante materia prima, y como producto secundario, se acomod en los brazos de su progenitora, de manera que la una y el otro anduvieron juntos pese a los vaivenes frecuentes de la econom a y la historia. Hoy tambi n lo hacen, solo que el algod n como fibra natural sufre los fuertes embates de numerosas fibras sint ticas de una gran diversidad de usos y propiedades, mientras que el aceite ha pasado a ocupar un modesto 6to puesto en la producci n mundial, superado por otros aceites, cuyo surgimiento l propici y allan el camino, y que a n hoy les facilita su uso mejorando sus cualid