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Beskrivelse
El paisaje no podr a ser m s hostil, algunos arbustos miserables trataban de sobrevivir entre las piedras en un terreno seco y polvoriento. La sequ a hab a transformado el territorio, las fuentes de agua desaparec an poco a poco y las grandes manadas de herb voros hab an emigrado.La abundancia de vegetales, frutas y semillas era apenas recuerdo de un pasado no muy distante, y los clanes humanos regresaron a una vida n mada. Cierto d a uno de esos clanes, poco m s de media docena de hombres y algunas mujeres con sus hijos, encontraron, al borde del desierto, a un hombre que parec a aguardar pacientemente, sentado sobre una piedra. Era un individuo joven, alto y muy delgado, vistiendo extra as mantas de color blanco, a su lado hab a un ciervo reci n abatido, cuando dos cazadores se aproximaron cautelosos el hombre les habl en su idioma, ofreci ndoles compartir la carne. Era un gesto ins lito en esos tiempos de escasez y hambre, los cazadores quedaron sin saber c mo reaccionar, pod an simplemente matarlo, o expulsarlo de all robando la carne. Observaron que aquel individuo no portaba lanza o cualquier otra arma, eso les tranquiliz y no demor para que alguien encendiera una hoguera mientras sus compa eros desollaban el animal, el resto del clan se aproxim t midamente. Aquel no era un buen lugar para acampar, pues no hab a ninguna fuente de agua cercana. Entonces, mientras la carne asaba en la hoguera, el hombre camin hacia un lugar a pocos metros de distancia y comenz a excavar con un palo, pidi ndoles que le ayudaran. Ante la insistencia de aquel individuo extra o, algunos cazadores golpearon la dura superficie con sus lanzas, pero la mayor a simplemente lo observ sin comprender los motivos para esa actividad debajo del sol implacable del medio d a. Fue entonces que ocurri el milagro. La tierra que extra an, seca y dura, se hizo m s oscura, conten a cierta humedad. Sorprendidos, todos comenzaron a ayudar, y poco despu s brotaba un l quido de color marr n que llen el pozo y se derram serpenteante sobre la superficie rida y agrietada. Algunas horas m s tarde se hab a transformado en una fuente de agua cristalina, fresca, abundante. Aquel hombre sab a exactamente donde deber an excavar, para los cazadores hab a sido una intervenci n de los dioses. Fue as como todo comenz . Los a os transcurrieron, y el paisaje cambi . El hombre, cuyo origen nadie conoc a, se hab a establecido en el oasis y siempre que encontraba a las personas, disipaba su natural desconfianza ofreci ndoles alimentos y agua. Hablaba perfectamente varios dialectos nativos, jam s se mostr agresivo, curaba a los enfermos, cuidaba de las fracturas y heridas de los cazadores usando hierbas maceradas que transportaba en sus sacos de cuero. La mortalidad infantil, elevad sima, en pocos a os se redujo, despu s que el visitante comenz a ayudar a las mujeres embarazadas.La noticia se propag r pidamente, y otros clanes se presentaron con ofrendas, la poblaci n del oasis aument .Comenzaron a llamarlo Patesi..."El Hombre que ayuda".