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Relatos de Esteban Borrero Fragmento de la obraCALFILOIConoc y trat ntimamente all en mis mocedades a cierto joven singularsimo, cuya historia quiero hoy contarte, si no para tu ilustracin, para entretenimiento de tu espritu. Confieso que tengo la conviccin de no poder hacerlo con acierto, porque est plida y descolorida mi memoria; mas, no ser esto parte bastante a que yo desista de mi propsito; que aquello que falte de exactitud a mi cuento, ni t lector, podrs echarlo de ver, porque no conociste a mi hombre; ni l mismo podr echrmelo en cara porque ha tiempo que desapareci de entre los vivos. Tena mi amigo por nombre el de Calfilo. No sabra decirte quines fueron sus padres, ni contarte una a una sus nieces; y juzgo que t cuerdamente hars caso omiso de tanta sandez como pudiera aqu enjarretarte a imitacin y estilo de bigrafo. Baste, pues, que sepas que trab conocimiento con l muy entrado ya en los dieciocho aos. No ms de sos contaba yo, y con ello dicho se est que se comprendieron nuestras almas y que nos amamos como se usa en esa venturosa edad. Descubrime su alma, hizo que vieran mis ojos en su parte ms recndita, y vi en ella lo que solo mi indiscrecin te hara saber. Era uno de esos seres de exquisita sensibilidad esttica y moral, de sensibilidad enfermiza, como ha dicho el primero de los lricos hablando de su propia alma. Los que creen que el genio es una neurosis vesnica hubieran podido confirmar esta opinin estudiando a Calfilo. Exagerado por extremo, todo sentimiento era una pasin en su nimo, sufra siempre, sus ideas se desarrollaban mejor cuando padeca; necesitaba, por decirlo as, que el dolor sazonase los frutos de su alma, si no haba de estar condenada a perpetua esterilidad. Con todo esto era, y por esto mismo quizs, una imaginacin vivsima, y posea en alto grado las condiciones del vidente de todo sentimiento culpable su alma, poda dilatarse en ella la mirada como en el azul de nuestro cielo; era profunda, pero sin sombras. Poeta sobre todo, soador, qu vena a ser la vida para l? Amar al hombre, amar la naturaleza, amar lo bello en todas sus manifestaciones. Crease colocado en el mundo para disfrutar de los bienes de la creacin en comunidad con los dems hombres, su individualidad no se haba destacado an del fondo de su conciencia, y viva en la sociedad que le rodeaba como la rama en el tronco de donde toma la savia. Quin se hubiera atrevido a decir a Calfilo que la ley de la fuerza impera hoy en la esfera del pensamiento y de la accin con tanto vigor y energa como en los albores de la sociedad humana? Quin? Por una aberracin de su espritu, producto naturalsimo de su idiosincrasia, los sentimientos altruistas aparecieron en l antes que los egostas, y era humanidad antes que hombre; su yo, su conciencia, no resida en l sino en los dems. No pretendo hacer en este cuento una monografa, si no, gustoso, describira ahora todos los rasgos de su carcter y hara una larga incursin en el campo fronterizo de la razn y la locura, en donde suelen manifestarse y brillar estas caracteres y sus anlogos que esperan an que la ciencia les asigne un lugar en uno u otro campo.
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